Adaptación y resistencia de la fotografía durante la pandemia
De la serie Pies. Fotografía de Yolanda Luna.
"Hoy es 30 de marzo del 2020, hace un par de semanas que me encuentro segura en mi hogar.
Inicia una nueva fase de este paso inédito por el aquí y el ahora... donde la luz y la sombra, en
juego y complicidad, se dilatan; devienen imágenes fantasmales que poca claridad arrojan
sobre el futuro próximo... Vivamos pues esta existencia transitoria, salgamos lo mejor
librados de ella."
Así iniciaba el statement de la serie fotográfica que dio cuenta de mis primeros meses en pandemia; todavía recuerdo la última sesión presencial del Diplomado en la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de la UNAM que cursábamos entusiasmados una veintena de participantes desde inicios de ese año; fue el sábado 14 de marzo... el lunes 16 ya no salí de casa. A veces las palabras no alcanzan para definir un estadio, un modo particular de estar, de sentirse... En esos momentos, la fotografía siempre acude a mi rescate y me ayuda a ver y a verme. Nadie sabía cómo habíamos llegado hasta ahí. Nadie aún comprendía por qué lo colectivo era tan peligroso, por qué incluso abrazar a quienes queremos podría ser un riesgo fatal. A mediados de marzo, junto con la primavera, iniciamos el curso de fotografía digital en la Ibero; un puñado de entusiastas participantes comenzaba a conocerse, iniciaba el feliz viaje y la sublimación del darse cuenta a través de imágenes capturadas por unas, por otros.
De pronto tuvimos que parar; incertidumbre, algunas molestias, parecía una exageración no acudir al espacio de nuestra querida Universidad, donde todas y todos nos sentíamos tan bien, un lugar ideal para generar diálogos, aprendizajes y compartir la fotografía. Entonces llegó la creatividad necesaria a transformar los espacios y adaptarnos a un mundo que ya había cambiado; rápidamente la Ibero se ocupó de la contingencia y fuimos dotados de herramientas, aprendimos a movernos en las pantallas, a "zoomergirnos" en aulas donde no podíamos tocarnos, pero que curiosamente fueron puentes que ayudaron a conectarnos. Nunca nos sentimos solos o abandonados.
El mundo digital permitió entrar en mundos personales e íntimos, compartir de manera horizontal, porque la crisis sanitaria nos había igualado; decidimos actuar solidariamente, colectivamente, solamente así podríamos salir adelante. En septiembre continuamos el curso y concluimos en línea con maravillosos resultados. La imaginación no cedió al encierro, la sensibilidad para recrear los sentimientos encontrados que todas y todos teníamos en esos días no desapareció, diría incluso que poder dar rienda suelta a nuestras ideas y mundos posibles a través de soñar, crear y compartir imágenes, nos ha servido como un bálsamo visual y nos acompaña en nuestro camino por este mundo complejo que nos toca vivir.
La fotografía se convirtió en una especie de nodo por donde convergen las actividades diarias: las de aprendizaje y desarrollo profesional, pero también las de relaciones familiares y amistosas; todos nos tocamos ahora por las pantallas de nuestros dispositivos. La imagen, como protagonista, nos ha salvado de la soledad del encierro.
Hace un par de semanas concluimos el curso de fotografía digital del período de Primavera de 2021 con la entrega de proyectos fotográficos estupendos de ellas y ellos. Hablamos más allá de los aspectos técnicos,importantes sí, de la fotografía, pero no los sustantivos. Aprendimos que quien no alinea su mente y corazón con su mirada, poco puede decir a través de la imagen.
La cultura y sus manifestaciones creativas y artísticas fueron revaloradas como elementos fundamentales, emotivos y profundamente humanos que hacen posible transitar en esta metamorfosis de la vida personal y social. Como una gran metáfora, la pausa ha sido la oportunidad de ir hacia dentro, parar, respirar, generar cambios, aprender y compartir en todo momento, a la distancia.
Aprendimos a movernos en entornos digitales, aunque todavía nos debemos los abrazos.