Salud mental, pandemia y supervisión.

26.04.2022

Mucho se especuló sobre las consecuencias que surgirían en diferentes esferas después de la pandemia. Y aunque la pandemia no ha terminado, estamos atestiguando los efectos desde los ámbitos económico, político y social de manera más contundente. El área de la salud mental no está siendo la excepción, por el contrario, es hoy por hoy una esfera que ha requerido toda la atención, especialización y la necesidad de crear nuevas formas de aproximación e intervención.

Al inicio de la pandemia me preocupé mucho por mi práctica profesional, llegué a pensar que me quedaría sin pacientes: ¿quién va a priorizar su terapia frente al encierro y la incertidumbre que se nos venía? Hoy puedo decir que estaba completamente equivocado, aunque para muchas personas la situación laboral hizo que sus vidas cambiaran y tuvieran que recortar varios gastos fijos o inversiones, para muchas otras personas la experiencia del aislamiento y la distancia social hizo que aparecieran varias preguntas o que se evidenciaran malestares emocionales que requieren un acompañamiento profesional. En otras palabras, estos últimos dos años he recibido en el consultorio muchas más personas que el promedio de los últimos años. Y por lo que he comentado con colegas, casi todos los consultorios están iguales; sin duda, la pandemia aumentó exponencialmente la demanda de atención en materia de salud mental.

Recibir pacientes en el consultorio requiere, por ley, mínimo tener una maestría dentro del área de salud mental. Sin embargo, hasta antes de la pandemia no existía una maestría que específicamente se enfocara en acompañar la vivencia de una epidemia. Lo que quiero decir es que la problemática que se vino, no sólo tenía que ver con la demanda de espacio sino también con la problemática específica. Creo que la mayoría de quienes nos dedicamos a la clínica tuvimos que re-consultar todas las posibilidades teóricas y prácticas para intervenir con todos los recursos. Desde mi experiencia, lo más productivo fue reunirnos entre colegas o buscar grupos de supervisión para que a partir de hablarlo, de la escucha y de una guía, cada quien pudiera encontrar una pieza faltante o por lo menos saber que las historias que nos desconcertaban se repetían en otros lugares y espacios. Por supuesto, esta experiencia no es exclusiva de la psicología, los grupos de supervisión o comentarios de casos se dieron en diferentes disciplinas comprobando que la escucha y el compartir entre varios y varias es la manera de pulir la práctica y pensar el quehacer profesional.

La supervisión, hoy en día, no podemos pensarla como un sistema jerárquico que privilegia a quien posee un saber o todas las respuestas; la supervisión hoy en día tenemos que pensarla más desde la experiencia colectiva, desde la posibilidad de construir entre varias y varios siempre, con la guía o visión de quien se ha asignado como supervisor o supervisora. Definitivamente la pandemia nos hizo cuestionar muchas cosas, entre ellas, la manera de supervisar en colectivo y construir con respuestas más eficientes; es decir, en estos tiempos de incertidumbre y sin respuestas sólo la compañía profesional desde la supervisión puede darnos los elementos para enfrentar los retos que una emergencia sanitaria nos exige.

Insisto, construir en colectivo no es algo exclusivo de la psicología o las ciencias de la salud, creo firmemente que todas las disciplinas requieren de estos espacios y más ahora que estamos viviendo los efectos de estos dos últimos años.

Por Mtro. Jonathan Silva Miranda, docente del diplomado Formación de supervisores de prácticas profesionales de Diplomados IBERO.

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